Para mantener el tiempo con precisión, siempre hemos tenido que establecer nuestros relojes con las garrapatas de uno mejor. Hasta la década de 1950, los mejores fueron los establecidos por astrónomos basados en la posición del sol en el cielo. En aquel entonces, el reloj más confiable era el del Observatorio Real en Greenwich, Londres.
En 1847, los ferrocarriles acordaron usar GMT en toda la red. Por lo tanto, la distribución del tiempo medio de Greenwich a través de señales de telégrafo se volvió absolutamente crucial. Sin embargo, no todos podían conectarse o llevar sus relojes al Observatorio para establecerlos, y ahí es donde Ruth Belville, la “Greenwich Time Lady”, entraba. Todos los días, llueve o lloraba, ella llevaba su cronómetro al Observatorio Real, luego viajaría por todo Londres para que sus clientes pudieran sincronizar sus horarios con las suyas.
Temas: