El pan de muerto: un símbolo con sabor a tradición

ac36c1cf9c3c864fbca856311f6d2a8a.jpg

En los últimos días de octubre y los primeros de noviembre, el aroma a flores de azahar, anís y ralladura de naranja invade las panaderías del centro de México. Este característico olor anuncia la llegada de un alimento con gran carga simbólica: el pan de muerto.

Este pan, que adopta diversas formas y recetas según la región, no solo es un manjar para los vivos, sino también un elemento ritual clave en las ofrendas del Día de los Muertos. A través de su preparación y presencia en los altares, se rinde homenaje a quienes ya no están, en una celebración que combina tradición, memoria y sabor.

Aunque los ingredientes del pan de muerto no son típicos de la temporada, su consumo marca claramente una etapa del calendario. Hay variedades que representan figuras humanas, animales o elementos fantásticos. Sin embargo, en el centro del país es más común un pan redondo, tipo bizcocho, preparado con harina, huevo, azúcar, levadura, sal, azahar o anís y ralladura de naranja. Esta versión tradicional suele estar decorada con “huesitos” hechos de la misma masa.

Como todo elemento de la gastronomía popular, la receta ha evolucionado con el tiempo. Hoy en día existen versiones veganas, con coberturas coloridas, formas modernas como gatos o calaveras estilizadas, e incluso rellenos de sabores variados.

Para el antropólogo Andrés Medina Hernández, del Instituto de Investigaciones Antropológicas, el Día de los Muertos es, más que una conmemoración a la muerte, una exaltación de la vida. Así lo señala al referirse a los elementos presentes en esta fecha: las calaveritas, los huesos y, por supuesto, el pan de muerto con sus símbolos.

El significado de sus formas

Según Sarah Bak-Geller Corona, también investigadora del mismo instituto, el pan de muerto tiene múltiples interpretaciones, muchas de ellas vinculadas a leyendas que no siempre pueden verificarse. Una versión cuenta que su forma redonda representa el corazón de personas sacrificadas en tiempos prehispánicos. Sin embargo, esa teoría ha sido descartada por especialistas, ya que los rituales de entonces y los del Día de los Muertos son fundamentalmente distintos.

Al observar la forma más tradicional del pan, especialmente la de Ciudad de México, se pueden identificar los siguientes elementos simbólicos:

  • Forma circular: Representa el montículo de tierra que cubre un ataúd, evocando también el ciclo continuo entre la vida y la muerte, según el Diccionario Enciclopédico de la Gastronomía Mexicana.

  • Cráneo y huesos: La esfera superior simboliza un cráneo, mientras que las tiras en forma de cruz representan huesos (canillas), evocando la imagen de una calavera. Algunas interpretaciones asocian los cuatro huesos con los rumbos del universo mesoamericano o con deidades como Quetzalcóatl, Tláloc, Tezcatlipoca y Xipetotec, aunque esta explicación es más mítica que histórica.

  • Lágrimas: Hay quienes afirman que el ajonjolí espolvoreado sobre el pan simboliza las lágrimas de las almas. Otros sugieren que los huesitos en sí representan esas lágrimas, o incluso pétalos de flores.

  • Aroma a azahar: Se cree que el sabor característico a flor de azahar simboliza la puerta de entrada al inframundo, o se asocia con las flores de cempasúchil que decoran las ofrendas.

Más allá de las interpretaciones, lo cierto es que el pan de muerto es una manifestación viva del sincretismo cultural mexicano, una combinación de herencia indígena y tradición católica. Cada bocado no solo alimenta el cuerpo, sino también la memoria colectiva y el vínculo con aquellos que nos precedieron.